"Hacen muy linda pareja" les dije al pasar... y dándome vuelta para verlo sólo a él, agregué: "especialmente vos".
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Sirvió dos copas con champagne y se dispuso a brindar con su invitado: recién llegaba del velorio de su marido.
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Para su horror, un charco de sangre comenzó a aparecer por debajo de la puerta... pero la habitación estaba vacía.
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Cerró un ojo, se asomó por la mirilla y vio con sorpresa a su amigo desaparecido; al abrir la puerta ya no había nadie.
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Releyendo su mail, decidió borrar la parte donde confesaba... su pulso lo traicionó, y el click cayó en Enviar.
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Trató de salir, asfixiado por tanta gente que veía... pero sólo consiguió chocar con la pared de su celda acolchada.
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Asomaba el sol, y mientras salía hacia la calle sintió que volvía a entrar a esa prisión que no lo dejaba ser él mismo.
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Pasó toda la noche charlando con su vecino a través del balcón… a la mañana siguiente se enteró que nadie vivía allí.
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Salía a la calle vistiendo sus lentes oscuros, no para protegerse del sol, sino para proteger al sol de su mirada.
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Cualquier palabra hubiera dañado el momento: un abrazo en el que era imposible distinguir de quién era cada lágrima.
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"Juro que voy a amarte para siempre" me dijo... pero me aclaró que no sabía si mañana iba a poder prometerme lo mismo
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Harto de traerle buena suerte a todos menos a él mismo, el trébol de cuatro hojas salió en busqueda de otro como él.
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