Apagás la radio inmediatamente.
Escuchás con atención las pelotudeces que dice.
Hablás con el aparato, como si la yegua te escuchara.
Revoleás el trasto contra la pared.
Cabecéas afirmativamente, hipnotizado por los mensajes subliminales que brotan de la estática y que dicen: "choris para todos".