Hay que situarse. Domingo 12 de la mañana. Escoba en mano y concha Piquer en vinilo!
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8 de la tarde. Llego a casa. El último rayito de sol descansa, por fín, sobre el manto de violetas que cubren el alféizar de mi ventana. Mientras desenredo el moño y pies descalzos ya, echo un vistazo a la pila de discos de la abuela que - en paz descanse - me traje de su casa la última vez que fuimos al pueblo. Me decido por ""El Zambo"" y entretanto que llego a la nevera a por mi vasito de ""Lolea"" ya suenan los primeros acordes... "Sentadito en mi escalera, sentadito en mi escalera, esperando el porvenir y el porvenir que no llega".
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Como no tengo vacaciones y poco dinerillo, nos lo montamos en casa, en la terraza, con cenas veraniegas de sangría y alegría.
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Pedaleo con mi bici por una carretera desierta. Asfalto, el sol, mi bicicleta y yo. De repente a lo lejos... Lolea.
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Ese momento en el que tienes que ayudar a un amigo a pasar un mal trago y hacerle sonreír brindando con Lolea!
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Ocho de la tarde, relajada en una hermosa playa con un grupo de amigos y niños; enfrente el mar abierto, al fondo un frondoso pinar. Risas, juegos, olas, lolea, un momento armonico, feliz, sencillo, para recordar.
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